lunes, 16 de julio de 2012

HEROES TRANSPARENTES

Este fin de semana pasado, he tomado parte en una carrera, aquí, en Euskadi. La Goierriko 2 Handiak consta de 88 kilómetros con un desnivel positivo de 6.000 m. y me ha servido para poner fin a un primer periodo de la temporada, después de todo un invierno entrenando. Esta carrera es la hermana pequeña de Ehunmilak (168 km. y 11.000 m. de desnivel positivo). En esta tercera edición creo que ya se han convertido ambas en un referente en el mundo del ultratrail, por lo menos a nivel estatal, gracias a, entre cosas, una organización sobresaliente y una atención y sensibilidad hacia el corredor digna de mención.

Tocaba, pues, ponerse el primer dorsal del año. Ya he comentado alguna vez que no soy de los que les gusta ponerse un dorsal a menudo pero reconozco que en ciertas ocasiones viene bien para romper con la rutina de los entrenamientos y ver que sensaciones tenemos.  


Pero centrándonos en la carrera y en los corredores en concreto, es evidente que no todos parten con los mismos objetivos. Algunos lucharan por la victoria, otros lucharán por batir sus marcas personales, otros simplemente querrán terminarla… y hay otros que la correrán por otros motivos. Algunos tardarán 25 horas en completar la distancia y otros 45. Los primeros entran a meta en medio del estruendo y los aplausos de los que allí se congregan. Todos esperamos a ver quién es el primero, o quien será la primera mujer… pero a medida que las horas pasan, lógicamente, el público se va cansando y la gente se retira a sus quehaceres. Pero, irónicamente, aún quedan por llegar los corredores que mas aplausos necesitan.  



 
El tema de este post surge de lo que os contaré a continuación. Por diversos motivos, mi mujer y yo tuvimos que volver el domingo a Beasain, lugar donde se celebra la prueba. Fuimos a la zona de meta y aún llegaban corredores de la prueba larga. En un primer momento me embargó una sensación de tristeza que luego dio paso al orgullo. Tristeza por ver como el esfuerzo y sacrificio de algunos corredores pasaba inadvertido en medio de la vida cotidiana de la gente. De cómo una persona que realiza el esfuerzo de su vida y que llega con la cara desencajada después de casi dos días, debe pasar para llegar a meta, al lado de unas personas que están sentadas en un terraza tomándose un café y por el medio de unos niños que están jugando al futbol. 


Pero no quiero que nadie me malinterprete. No estoy criticando a esas personas de la terraza ni a esos niños que juegan. No me entendáis mal. Simplemente quiero señalar que en ocasiones las cosas más bellas pasan a nuestro lado y no nos damos cuenta, que miramos a los héroes y no los reconocemos.

Me gustaría terminar el post con  un detalle que me llegó muy adentro. Entre tanto corredor que vimos llegar hubo una mujer. Un amigo mio me comentó como esta mujer había vivido un drama personal muy duro y que allí estaba, a punto de entrar en meta, después de no sé cuantas horas. Este amigo mio me dijo el nombre de la mujer pero yo prefiero omitirlo, por respeto. Después de recibir los aplausos, la mujer se sentó en la zona de avituallamiento de meta y aun sin quitarse la mochila, dirigió una mirada perdida a un punto del suelo. Lo digo porque la seguí con la mirada desde el momento que entro en meta. Me imagino que se sumergió en sus pensamientos y estuvo un momento completamente sola. En esos instantes los organizadores estaban atendiendo otros asuntos y no le prestaron atención, o puede que ella pidiese estar sola, no lo sé. Solo fueron unos segundos, unos 15 o 20 pero a mi me parecieron muchos, demasiados. Me dirigí a ella rápidamente y le dije:

- Zorionak!

- Perdón… ¿qué?... – me respondió ella algo confundida.

- Le digo que enhorabuena.

- Ah!.. sí… gracias – me dijo.

En ocasiones somos testigos de las situaciones más conmovedoras cuando menos lo esperamos. A veces las historias más bellas suceden al final y los héroes tardan 45 horas en llegar. Valga mi más profundo respeto y admiración por ellos.





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