domingo, 19 de febrero de 2012

PIELES ROJAS Y CARAS PALIDAS

Aunque el próximo martes se celebrara el día de carnaval en Bermeo, ayer sábado, algunos niños, incluido mi hijo, aprovecharon el día festivo junto con el buen tiempo para salir a la calle disfrazados. Mi hijo se disfrazó de “indio”, es decir, los que a mi me enseñaron que eran los “malos” porque los buenos eran los vaqueros o el Séptimo de Caballería. Mi mujer y yo tuvimos problemas para convencer al niño para que se pusiese la peluca o pelo largo que traía el disfraz consigo. Nuestro hijo nos recordó que el pelo largo sólo lo llevan las chicas y que él, por nada del mundo, se pondría aquello. Mediante internet, le demostré que los indios sí que llevaban pelo largo pero nada… imposible convencerle, qué le vamos a hacer…

Bueno, viendo al niño corretear por el parque, hacha en mano, detrás de una princesa o de spiderman, estuve pensando un poco en los malos de la película, los indios. Me vino a la cabeza un texto que leí hace algún tiempo acerca de un jefe indio llamado Seattle (más correctamente Seathl o "Sealth", nacido alrededor de 1786), una carta que el jefe indio le dirigió en 1854 a Isaac I. Stevens, el nuevo Gobernador y Comisionado de Asuntos Indígenas para los Territorios de Washington. (http://www.jmarcano.com/varios/seattle/index.html)

La carta es extensa pero merece la pena. Muestra el amor que profesaba el pueblo indio a la tierra y los seres vivos que la habitaban, el recuerdo a sus muertos y el recelo hacia el hombre blanco, carente de alma. El hombre blanco o cara pálida consiguió engañarlos y degradarlos con armas de fuego y mucho whiskey para luego confinarlos en reservas. Siempre me ha parecido una historia muy triste y que me avergüenza.  Al final del post del post incluyo un video: Enterrad mi corazón en Wounded Knee, con música de Evanscence).

Espero que os guste.

¿Cómo pueden comprar o vender el cielo, el calor de la tierra ?
Nos parece una idea extraña. Si nosotros no somos los dueños de la frescura del aire, ni de los reflejos del agua. ¿Cómo podrían comprárnosla? Cada parte de esta tierra es sagrada para mi pueblo.
Cada brillante aguja de un abeto, cada playa de arena, cada retazo de neblina en el oscuro bosque, cada claro de él, y cada zumbido de insecto es sagrado en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles lleva los recuerdos del Piel roja.
Los muertos de los hombres blancos olvidan la tierra en que nacieron cuando parten a vagar entre las estrellas. Nuestros muertos nunca olvidan esta tierra maravillosa, pues es la madre del Piel roja. Somos una parte de la tierra, y ella es una parte de nosotros. Las flores fragantes son nuestras hermanas, el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Las cimas rocosas, las suaves praderas, el calor del mustang, y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por eso cuando el gran Jefe de Washington, manda decir que quiere comprar nuestra tierra está pidiendo demasiado. El gran Jefe manda decir que reservará un lugar donde podríamos vivir cómodamente. El será nuestro padre, y nosotros seríamos sus hijos. Consideraremos su oferta de comprar nuestra tierra. Pero no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros.
El agua cristalina que brilla en arroyos y ríos, no es sólo agua sino sangre de nuestros antepasados. Si vendemos nuestra tierra, deben saber que es sagrada, y que cada pasajero reflejo en la claras aguas habla de los hechos y los recuerdos de la vida de mi pueblo. Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos llevan las canoas y alimentan nuestros hijos. Si vendemos nuestra tierra tienen que recordar, y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y los vuestros, y tendrán desde ahora que mostrar por ellos el cariño que mostrarían por un hermano. Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parcela de tierra es igual a otra, pues es un extranjero que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemigo, y cuando la ha conquistado, continúa aún más lejos. Abandona la tumba de sus antepasados y no le preocupa. Roba la tierra a sus hijos, y no le importa. La tumba de sus ancestros y el patrimonio de sus hijos caen en el olvido. Trata a su madre, la tierra, a su hermano, y al cielo, como cosas que se compran, roban, venden, como ovejas o perlas brillantes. Hambriento, se tragará la tierra, y no dejará sino un desierto.




2 comentarios: