Parece ser que hace mucho tiempo un profesor se presentó en clase con un enorme frasco de cristal que a duras penas podía transportar. Los alumnos, acostumbrados a las excentricidades del profesor, esperaban atentos el desarrollo del número.
Sin mediar palabra, vació dentro del enorme frasco de cristal una caja de pelotas de tenis. Las pelotas fueron ocupando el espacio hasta llegar al borde del recipiente y sólo entonces el profesor paró dirigiéndose a su audiencia:
- ¿Cómo está este frasco?
- ¡Lleno! – dijeron los alumnos después de un breve murmullo.
Acto seguido y volviendo a su mutismo, se giró, cogió otra caja y empezó a verter decenas y decenas de canicas que, sin que nadie les dijese nada, fueron ocupando los espacios libres dejados por las pelotas de tenis. Y repitió la pregunta:
- ¿Cómo está ahora el frasco?
- Pues lleno… – dijeron la mayoría de alumnos pero dejando de lado el convencimiento de antes.
Sin más, el excéntrico profesor se agachó, cogió un cubo y dejó caer dentro del doblemente llenado frasco un torrente de arena tan fina como la de la playa. Ahora sí, la arena pasó a ocupar cada diminuto espacio que se podía encontrar entre las pelotas de tenis y las canicas de los niños. La clase estalló en un alborozo de risas y aplausos.
- ¿Cómo está ahora el frasco?
- ¡Lleno, lleno! ¡Ahora sí que está lleno! - gritaban entre risas y jolgorio.
Parece ser que en el rostro del profesor apareció un atisbo de sonrisa pero nunca nadie lo podría asegurar con firmeza.
Fue entonces, cuando el profesor vació dos cafés dentro del recipiente, uno detrás del otro. Para sorpresa de propios y extraños, el café no rebosó. Por el contrario, fue absorbido por la arena seca.
- ¿Cómo está ahora el frasco?
El silencio de apoderó de la sala. Nadie se atrevía a decir nada en la seguridad de que cualquier afirmación supondría un reto para el viejo profesor. Después de unos largos segundos el profesor rompió el silencio:
- Queridos alumnos – ahora sí con una sonrisa – este enorme frasco de cristal es nuestra vida. De nosotros depende el cómo la llenemos. Las pelotas de tenis representan lo más importante en la vida, los bienes no materiales: la familia, tu mujer, tu marido, los hijos, uno mismo, los padres, los abuelos, los amigos, las personas, la salud, los valores… Las canicas representan las cosas que también te importan pero no tanto como las anteriores y que son más bien materiales: el trabajo, el coche, la casa, ese abrigo que tanto te gusta, tu ordenador, tu moto, tus pasiones… La arena, la arena es para las pequeñas cosas del día a día, que van llenando los espacios que dedicamos a las anteriores cosas, cosas sin importancia: rencores, enfados, miedos, pereza…
Por supuesto, a estas alturas, el viejo profesor y también excéntrico profesor, tenía ganada toda la atención de la clase y después de una breve parada, prosiguió:
- Queridos alumnos… Si hubiésemos llenado el frasco con toda la arena, no hubiésemos dejado sitio para las canicas. Si hubiésemos llenado la vida, digo el frasco, con canicas, no hubiésemos dejado sitio para muchas pelotas de tenis… En la vida, si la queremos llenar como hemos llenado este frasco, todo tiene un orden. Si no se sigue, no se puede llenar correctamente. Si gastamos todos nuestros esfuerzos en cosas que no valen la pena, hasta en personas que no valen la pena, estaréis llenando vuestra vida de arena. Y no habrá ya sitio para las cosas realmente importantes.
Y es aquí cuando un alumno levantó la mano:
- ¡Profesor, profesor! ¿Y las dos tazas de café? - Las dos tazas de café son para demostrar que por muy ocupada que te parezca tu vida, siempre, siempre hay lugar para tomar una taza de café con un amigo – sentenció el excéntrico profesor.
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