CONTACT

Después de todo un año preparando la cita antártica, llegó el día de partir. Treinta horas de viaje, maratón el miércoles, 100k. el jueves y el domingo día 25 vuelta a casa. Cinco días sobre el hielo, 10 días fuera de casa en total. Sí… así de rápido y fugaz.

Me viene a la mente la película Contact, protagonizada por Jodie Foster. En un momento de la película, la cápsula o nave en la que viaja Jodie Foster es soltada desde lo alto de una máquina (ideada por extraterrestres y construida por humanos) y cae directamente al agua sin que ocurra nada especial. Lo que ocurre es que lo que para los humanos ha sido una caída de un par de segundos (en los que no ha ocurrido nada) para Jodie Foster ha sido un viaje de 18 horas a otro planeta. 

Yo tengo una sensación similar. Después de un viaje tan intenso pero breve uno llega a casa y se encuentra con la misma realidad. Al fin y al cabo, 10 días tampoco son nada del otro mundo. Uno pone la tele y comprueba que nada ha cambiado y es que… ¿Qué puede cambiar en 10 días? Pues eso… ¡nada! La gente te pregunta que tal te ha ido en la Antártida y tú ¡tienes tantas cosas que contar! En cambio cuando tú les preguntas… y por aquí ¿qué tal? Te responden: ¡Va... aquí no hay ninguna novedad!

Después de que uno cumple el objetivo del año se crea un vacío. O eso me ocurre a mí por lo menos. Todo el año pensando en una carrera, luego la corres y ya está. Y… ¿ahora qué? Pues ahora a descansar. ¡Ah… claro! Por supuesto que hay que descansar, ya lo sé. ¿Pero es tan fácil? Debería serlo, sólo con dejar de entrenar ya está. Mira qué fácil. ¡Pues a mí no me resulta tan fácil! La teoría me la sé ¿pero la práctica? 

Me he autoimpuesto un periodo de un mes para descansar. Sé que lo merezco, sé que lo necesito tanto mental como físicamente. Pero sobre todo lo necesita mi alrededor, es decir, mi familia. Ellos son los que sufren en silencio mis aventuras y se merecen que desconecte. Uno termina siendo un pesado, un monotema. Todo el año Antártida arriba, Antártida abajo; cuando no son los patrocinios es el material, o el viaje o los entrenos,… Ellos son testigos de mis ausencias mentales (no físicas) durante las conversaciones, de mis miradas perdidas pensando en mis cosas. Sí creo que ellos lo merecen.

Estoy en casa, entro en el estudio y está repleto de material deportivo: botellines, geles, ropa, GPS, etc. Los quito de la vista… bien… ahora sólo quedan a la vista el ordenador, los libros,… Voy ahora al balcón y veo las zapatillas de entreno llenas de barro, les paso un trapo mojado y actuo igual, ¡al armario! Intento esconder todo estímulo deportivo que pueda tener en casa pero es difícil. Rescato los zapatos marrones de calle, los pantalones de pana y la chaqueta de cuero (ya no me acordaba de ella). Voy a la cocina y me preparo un Cola Cao y me como 6 bollitos. ¡Qué placer!

Pienso… ¿qué cosas puedo hacer ahora, durante mis vacaciones deportivas? Saldré con Ander a pasear al parque sin mirar la hora, iré con Unai a hacer alguna aventura de las nuestras, comeré lo que me da la gana y cuanto quiera, tendré tiempo para ponerme la ropa de calle del armario,… ¡Bien Julen bien!... ¡lo estás haciendo bien! Me tumbo en el sofá de casa, estoy 20 minutos visionando un documental del Canal Odisea, me levanto y me acerco a la ventana. ¡Está jarreando! No podré salir con el niño a pasear,… y pienso……………. ¡Qué bonito tiene que estar el monte con esta lluvia, correr por el barro y la hierba mojada!..... ¡Mierda, Julen! Esto creo que va a ser más difícil de lo que pensaba, pero lo conseguiré.



Moraleja: Uno no puede cambiar lo que es, lo que siente, lo que ama. Puede esconderlo, disfrazarlo o ignorarlo durante un tiempo, pero siempre sale a la luz. Yo amo el deporte, me encanta correr en el monte, o en el desierto o donde sea. Es lo que siento, es lo que soy.


¡Mierda, mierda, mierda… ahora sí que la he fastidiado!