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domingo, 23 de noviembre de 2014

MAÑANA...





Explora.

Explora lo de ahí afuera.

Averigua qué es lo que hay detrás de aquella montaña, de aquella duna,

¿Qué se esconde detrás de aquellos arboles?

¿Qué me espera después de aquella esquina?

Aventúrate en lo desconocido, 

Aléjate de la rutina, improvisa

Lánzate al desconfort, desafíate todos los días,

No tengas miedo, 

El miedo es como un buitre que se posa sobre tu hombro

No mires el reloj, ¡atrévete!

Disfruta de lo que los demás denominan “mal tiempo”

Frio, calor, viento, niebla… Mójate, ensúciate,

Salta, corre, ríe, llora… y de vez en cuando, detente 

Respira, solo respira…

Exígete, exprímete, sufre… 

Pero también relájate, fluye, descansa en movimiento… 

Abraza un árbol, coge una flor, escucha a los pájaros

Detente a admirar, a disfrutar de lo que te ofrece la naturaleza,

De lo que te permiten tus sentidos, 

De lo afortunado que eres,

De lo efímero que es nuestro viaje por la vida,

Que aunque tú te mueras mañana, los arboles seguirán estando ahí…

Reconoce que no somos nada… pero que podemos serlo todo.

Explora lo que hay dentro de ti.

Julen Urdaibai






jueves, 5 de junio de 2014

SOY UN ENVIDIOSO

Después de visionar estos dos videos me he puesto a escribir… Hay de todo un poco en este texto algo paranoico, no tiene un hilo conductor (ni las imágenes tienen relación entre ellas, pero me gustan, me transmiten algo, me inspiran) pero no tengo reparos en presentároslo tal y como me ha salido.

Soy un envidioso

Siento envidia por personas que no os imagináis, personas desconocidas que llevan vidas simples. Envidio la forma de vida que llevan algunos. Busco confort para mis hijos, para mi familia, pero yo, poco a poco, voy huyendo de él, porque creo que donde termina la zona de confort empieza la vida. Primera contradicción. Por lo tanto, ¿quiero confort para mis hijos aunque soy consciente de que en ese confort no reside la vida o la felicidad?

Quiero proporcionarles confort y que luego ellos se den cuenta que por ahí no transcurre el camino. 




Envidio los ojos de Cory Richards y Randy Olson, fotógrafos de National Geographic (y realizadores de los dos videos que os presento al principio del blog, "A Tribute to Discomfort" y "One Little Hammer"). Ver lo que ellos han visto, cómo lo han visto, donde han estado… 

Envidio las piernas del viejito con el que cruzo a menudo cerca del Burgoa, que a sus noventa y tantos años aun sale a dar su vueltita por el monte, despacito, pasos realmente cortos… pero todos los días. Envidio a mi abuelo, por su serenidad y su manera de hablar, tranquila y siempre respetuosa con su compañero de charla. Envidio a mi mujer, por sus dotes sociales, por su capacidad de sonreír, de llevarse bien con todo el mundo y de ser una gran amiga de sus amigos. Yo no soy así, soy de semblante serio, la gente cree incluso que soy borde (con esa cara…). A veces tengo la sensación de que huyo de la gente. Paso tanto tiempo solo, entrenando, tantas horas… que a veces pienso que no necesito a nadie. Grave error. Me gusta la soledad pero no quiero ser un solitario.



No envidio a los grandes atletas de las carreras de montaña por su velocidad o resistencia superior a la mía. Envidio a algunos de ellos por su estilo de vida, por tener la posibilidad de estar tantas horas en contacto con la naturaleza y encima poder vivir de ello. No envidio lo que hacen o consiguen, sino cómo viven. 

Envidio a los que con poco son felices, a los que realmente descubren que en la cosas materiales o en el cúmulo de las mismas no está la felicidad, sino el confort (que a veces los confundimos) y lo ponen en práctica. Prescinden de todo lo superfluo y se quedan con lo básico, con lo realmente importante. Lo hacen por decisión, no por obligación. Yo lo voy entendiendo, quiero tirar hacia aquí pero muchas veces me falta coraje. 




Pero soy débil. Promulgo la simplicidad y caigo en la avaricia o vanidad, en el… ¡qué bonita, quiero una! a las primeras de cambio.

He recordado a Marco Olmo. Recuerdo cómo iba vestido cuando ganó sus 2 UTMB. Camiseta manga corta, pantalón de atletismo, calcetines de deporte de los años 80, una mochila “tunneada”, zapatillas de asfalto… pero paró el crono en 21 horas. Porque lo importante no es lo que llevamos por fuera sino lo que llevamos por dentro. Siento envidia de él.

Siento envidia de las personas que viven en la montaña, con su pequeño huerto que les abastece. Con lo estrictamente necesario. Elaboran su pan, cultivan sus verduras y hortalizas y conviven con unos pocos animales en armonía, recibiendo de ellos productos naturales, pero sin matarlos, sin agresión. Bajan a la civilización a por aquello que la tierra o los animales no les pueden otorgar, que suelen ser pocas cosas.

¿Quiero eso ahora para mis hijos? 

Pues no lo sé, no creo… o por lo menos aún no. Quiero que se den cuenta de ello, como su padre pero que sean más valientes que él y que tengan la determinación de poner en práctica sus convicciones.

Por eso creo que me gustan las carreras por etapas, por su dosis de aventura y “no-confort”.





domingo, 3 de noviembre de 2013

LIBRERÍA: TARAHUMARAS, KARNO, EVEREST Y SIBERIA

Últimamente ando algo atrasado con el blog. Entre que se acumulan temas que tratar y no me decido por cuál publicar, entre que llevo dos fines de semana fuera de casa (uno visitando a mis buenos amigos Javi Subías, Rosana y su hija Nayra en Barbastro y este último con la familia en Villamartín, provincia de Burgos)… la cuestión es que ahora mismo, 19:36 del domingo he encontrado un pequeño resquicio en mi agenda doméstica para poder sentarme delante del ordenador y escribir.

Hasta hace muy poco he tenido cuatro libros en la mesilla de noche del dormitorio. También ando algo retrasado con el tema de la lectura. Uno de ellos es Nacidos para correr, de Christopher McDougall. Libro archiconocido dentro del mundo del trail y que ha creado escuela o una nueva visión en lo referente a todo el universo del calzado. Algunos de vosotros pensareis que cómo es que no lo he leído todavía. La verdad es que tengo otros libros por delante de éste en la lista.

El segundo es ¡Corre! Historias vividas, de Dean Karnazes. Este es el segundo libro que leo del gran Karno pero la verdad es que no me ha enganchado. No ha llegado a ilusionarme como el primero, del cual ya hablé en su día en el blog. No lo he terminado, lo he colocado de nuevo justo abajo del montón, es decir, pegado a la mesilla. Sus páginas tardarán un tiempo en volver a respirar… pero no lo he abandonado del todo. Algún día lo retomaré.

El tercero, y muy curioso por cierto, es el pequeño librito que tengo titulado Everest, La verdadera historia, de Eric Shilton



Me lo ha dado mi suegro. Aunque no he empezado oficialmente con él, sí que debo reconocer que he leído algunas páginas. No me he podido resistir. Lo curioso de este libro es que se imprimió en 1956 y trata, si no me confundo, del intento Mallory e Irvine de coronar la cima del Everest, halla por junio de 1924. Ya sabéis que hay mucha controversia acerca de este tema. En 1953 Hillary e Tensing lo lograron. 

Pero ¿qué ocurrió realmente casi 30 años atrás? Aunque sinceramente, no espero que el libro arroje demasiada luz al tema, creo que serán 185 páginas emocionantes. Os dejo la portada del libro y lo que he encontrado dentro como señalizador de página.




Y el tercero y último. Lo he terminado hace muy poco. El libro se titula La vida simple, de Sylvain Tesson. Me habían comentado que era un libro interesante, que me iba a gustar y así ha sido. De todos modos, antes de leerlo indagué un poco en la red para averiguar los sentimientos que había despertado el libro en los lectores y me quedé sorprendido de algunas reacciones. Comprobé que el libro había despertado tanta admiración como desprecio. Muchos elogios y muchas críticas, para unos era un inspirador y para otros, simplemente, un tonto que había disfrutado de unas vacaciones pagadas. 





Todo esto me animó a leerlo y para poder sacar mis propias conclusiones.

La Vida Simple, es un hermoso libro escrito por el aventurero francés Sylvain Tesson. Este hombre se enfrentó al reto de vivir durante seis meses "una existencia reducida a gestos simples", en Siberia y experimentar así la metamorfosis del autodescubrimiento. La premisa era sencilla: un hombre, una cabaña de madera en la taiga rusa más remota, algunos víveres (mucho vodka) y suministros, papel y pluma y la soledad más absoluta por delante. Y libros, muchos libros…

La vida simple es un diario, un diario lleno de vida, un diario de un viaje introspectivo, un viaje hacía el conocimiento de un mismo, una crítica a nuestra forma de vida actual, una aventura dentro de la naturaleza más dura e implacable del planeta. Crítica directa e indirecta al materialismo que domina nuestras vidas y ansias de recuperar algo de soledad, ausente en nuestro día a día.

Como todo diario, encontraremos reflexiones interesantes (que yo he subrayado en el libro) y pero a veces también capítulos o pasajes aburridos o monotonos pero bueno, no todo en la vida es emoción o brillantez.

Bueno, que cada uno lo juzgue.

Algunos fragmentos…

“Desde el momento en que supe que no podría hacer gran cosa para salvar al mundo, empecé a pensar en instalarme por un tiempo, solo, en una cabaña. Compré una isba de troncos, lejos de todo, en la orilla del lago Baikal. Allí, durante seis meses, a cinco días de marcha del pueblo más cercano, perdido en una naturaleza desmesurada, traté de ser feliz. Creo haberlo logrado. Dos perros, una estufa a leña, una ventana a un lago, bastan para vivir. ¿Y si la libertad consistiera en adueñarse del tiempo? ¿Y si la felicidad fuera disponer de soledad, de espacio y de silencio cosas de las que carecerán las generaciones futuras?”


“La marca Heinz comercializa unas quince salsas de tomate distintas. El supermercado de Irkutsk las tiene todas y no sé cuál elegir. Ya llené seis carritos con pasta y tabasco. Me espera el camión azul. Micha, el chofer, no ha apagado el motor, y afuera hace treinta y dos grados bajo cero. Mañana nos vamos a Irkutsk. En tres días llegaremos a la cabaña, en la costa oeste del lago. Debo terminar las compras hoy. Elijo la Tapas Super Hot de la línea Heinz. Me llevo dieciocho frascos. Tres por mes. Quince clases de ketchup. Es por cosas así que tengo ganas de apartarme de este mundo.”








domingo, 7 de abril de 2013

PORQUE NO ES LO MISMO UN PERRO QUE UN CABALLO…

Creo que ya conocéis, a estas alturas, mi admiración por los exploradores. Personas, como ShackletonScottAmundsen y otros muchos más, que en su día se lanzaron a lo desconocido, a lugares remotos, peligrosos en los que ningún ser humano había puesto jamás el pie; aventuras en las que el objetivo no solo era saciar el hambre por descubrir, conquistar o calmar sus almas inquietas, sino por el honor y el reconocimiento que estas conquistas les aportaría en sus respectivos países, amén de pasar a los libros de historia. 

Algunos ocupan un lugar en la historia como “el primer ser humano en…” llevándose con ello la gloria. Pero si nos fijamos un poco, si prestamos atención o investigamos a otras personas que intentaron alcanzar la gloria, intentos previos fallidos o posteriores, nos encontraremos con historias fantásticas de supervivencia, buen hacer y ejemplos a seguir. Gente que nos recuerda que la valentía no pertenece exclusivamente a los primeros sino que en ocasiones, sobrevivir o devolver a casa a los miembros de una expedición supone el éxito.  
















Esta semana ha llegado a mis manos un maravilloso artículo en la revista Oxigeno acerca de Robert Falcon Scott




A finales del siglo XIX y principios del XX, Scott mantuvo una maravillosa rivalidad con el noruego Roald Amundsen por la conquista del Polo Sur. El destino jugó a favor del noruego que a la postre se convertiría en el primer ser humano en pisar el Polo Sur, el 14 de diciembre de 1911. Amundsen levantó en pleno polo su campamento, llamado Polheim. Decidió dejar una tienda con una carta en su interior que daba testimonio de su logro, en el caso de que el equipo no pudiese regresar de vuelta a Framheim. La expedición de Scott, bastante desafortunada, alcanzaría el polo 34 días después. 

Scott, por su parte, formó parte de dos expediciones a la Antártida: la Expedición Discovery (1901-1904) y la Expedición Terra Nova (1910-1913). Durante su segunda y trágica aventura Scott encabezó un grupo de cinco hombres que alcanzó el Polo Sur el 17 de enero de 1912, aunque sólo para descubrir que la expedición noruega de Amundsen se les había adelantado. En su viaje de vuelta, Scott y sus cuatro camaradas perecieron por una combinación de agotamiento, hambre y frío extremo. 

La principal diferencia entre ambas expediciones fue que Amundsen basó su transporte exclusivamente en trineos con perros groenlandeses, mientras que Scott contó con el uso de caballos mongoles. Amundsen decidió sacrificar varios perros antes de llegar al polo y almacenar la carne para el regreso; esta estrategia le permitió aminorar el peso del alimento de los perros y asegurar la alimentación de los animales supervivientes en el viaje de vuelta. Los caballos de Scott tenían que cargar sacos con avena para su alimentación, lo cual aumentaba su peso y sus posibilidades de hundirse en la nieve. Otra desventaja es que a los caballos el sudor se les congelaba en la piel mientras que los perros regulan su temperatura sin sudor. De modo adicional, parece ser que la expedición de Amundsen contaba con un mejor equipamiento y vestido de mayor resistencia al frío. Todos los caballos de Scott murieron y el equipo tuvo que valerse de su propia fuerza. Además, Scott agregó en el último momento un miembro extra en el equipo, lo que motivó un desajuste en las raciones alimenticias. 




101 años después, se revela íntegramente una de las últimas cartas escritas por Scott, de las dos que todavía permanecían en manos privadas. 

La carta va dirigida al Almirante Sir Francis Bridgeman y fue escrita el 29 de marzo de 1912, en sus postreras horas, refugiado en el campamento que serviría de morada final para él, Wilson y Bowers. Morirían con la lona de la tienda sobre sus cabezas, con la pluma en la mano escribiendo a familiares y amigos, despidiéndose con la conciencia de una conclusión trágica y además, cruelmente, a 19 kilómetros del depósito One Ton Depot, rebosante de suministros que podían salvarles la vida. Cinco hombres contra el hielo y la ventisca, en el territorio más severo que conoce el ser humano, avanzando hacia el norte, siempre hacia el norte. 

101 años después todavía restan detalles por conocer de aquellas horas finales. 


Algunos fragmentos de la carta dirigida a su mujer Kathleen


"Querida, no es fácil escribir por el frío, 70 grados bajo cero y nada más que nuestra tienda de campaña para cobijarnos". "Lo peor de esta situación es que no te volveré a ver, hay que afrontar lo inevitable", le decía el capitán a su esposa, a la que le pedía que se volviera a casar: "Cuando el hombre adecuado llegue para ayudarte en la vida, deberías volver a ser feliz (...) espero ser para ti un buen recuerdo", proseguía el explorador. 

Texto completo de la carta a Sir Francis Bridgeman 


"Mi querido Sir Francis,
Me temo que estamos sentenciados. Escribo estas cartas con la esperanza de que puedan ser entregadas algún día. Me gustaría agradecer la amistad que me ha dado en los últimos años y expresar el placer extraordinario que he encontrado sirviendo bajo su mando. Quiero decirle que yo no era demasiado viejo para esta tarea. Fueron los hombres más jóvenes los primeros en desaparecer. Finalmente desearía que asegurara la estabilidad de mi viuda y mi hijo. Los he dejado en una muy mala situación, pero creo que el país no debería descuidarlos. Después de todo hemos legado un gran ejemplo para nuestros compatriotas, si no por alcanzar un lugar tan riguroso, sí por afrontar esta aventura como hombres cuando estábamos allí. Hubiéramos podido triunfar si hubiésemos superado la enfermedad.
Adiós y adiós a mi querida Lady Bridgeman."
Siempre suyo,

R. Scott

Disculpe la escritura, estamos a -40º, y así llevamos desde hace un mes







martes, 2 de octubre de 2012

UN DIA CUALQUIERA

Tengo que entrenar..., estoy cansado..., miro a mi hijo que esta viendo la tele tumbado en el sofá, ¡cómo me apetece tumbarme junto a él!, pero tengo que entrenar..., pero bueno..., puedo descansar hoy y salir mañana, también hay que escuchar al cuerpo… pero tengo que entrenar.

-          Aita,… ¿me ayudas con los deberes?- me dice mi hijo.
-          Espera cariño, cuando vuelva de entrenar te ayudo.

Mi hijo no responde. No hace demasiado frio, me pondré manga corta. Me calzo las zapatillas y salgo. Empezaré despacio, calentaré bien y luego ya veremos. ¡Cuantas veces he subido al Burgoa y al Garbola! Me conozco cada piedra del camino, cada rama. Bueno, una más,…

Empiezo… START. 
 
 
 
 
Me dirijo al barrio de Agarre. Buena subida para calentar. El corazón se dispara al cabo de 2 minutos, tranquilo, vamos a calentar bien. Bermeo es el lugar ideal para trabajar el desnivel. Los perros de Agarre me reciben como siempre, con ladridos. No se si son ladridos de amenaza o de saludo. Yo creo que ya me deben de conocer… 

Sigo corriendo...
 
Dejo el asfalto y comienza la pista. ¡Ya era hora! 

Después de cinco minutos el cuerpo se calienta, aumento el ritmo, me encuentro bien… venga, vamos, a disfrutar. En estos momentos, la zancada es amplia y alegre, volamos sobre la hierba y el barro, olemos, observamos, pensamos con claridad. Lastima que estos momentos tengan caducidad, que este nirvana del corredor se acabe.   

Miro al cielo y hablo a las estrellas. Imagino que cada una de ellas es un arrantzale (marinero) de Bermeo, fallecido en la galerna. Les pongo un rostro y les pido que me ayuden para la Antártida. Ellos no me conocieron pero yo siento que los conozco. Espero no fallar. Nadie me ha pedido que vaya, ni que lo haga, ha salido de mí, es mi sueño y debo pelear por él… y por ellos. 
 
Me despisto y me doy con una rama. ¡Venga Julen que no se te vaya la cabeza! 

Sigo soñando… 

Tengo que preparar las clases de mañana. ¿Con quienes tengo clase? Bueno, hoy a la noche le echo un vistazo… pero primero los deberes con Unai. Y vuelvo a pensar en mi hijo Unai. ¿Que pensará cuando le digo que voy a entrenar? Hoy no me ha respondido. ¿Estoy haciendo bien?, ¿debería haberme quedado con él e irme después a correr? No se…. ¿Que pensará mi hijo de mi? Si doy la vuelta aquí mismo es posible que me de tiempo en ayudarle con los deberes. Pero en el fondo sé que tengo que entrenar. 

De repente… ¡se me ha acabado la tintas de la impresora y no he pedido cartuchos nuevos! Me caguen***.  

¡Tengo que serigrafíar la ropa de la Antártida! ¡Que no se me olvide! 

Anochece…, sigo corriendo.  

Estoy solo en el monte. El anochecer es un momento maravilloso, ahora toca una bajada algo técnica, venga concentrado en no pisar mal, abro los brazos, te sientes libre, bajas rápido, ¡que bien! Las luces brillan en Bermeo, la gente descansa en sus hogares y yo corriendo por el monte. ¿Mañana que entreno tengo? Espero que Ander (mi segundo hijo) nos deje dormir esta noche, sobre todo a mi mujer, Ahora a preparar la cena, ¿tengo que ir al súper a por algo? No, hoy no. Hoy me tumbaré en la cama con Unai, hablaremos y esperaré a que se duerma, luego seguiré con el libro, “Huida al Tíbet”… ¿Cuantas personas habremos estado hoy corriendo al mismo tiempo en el mundo? Muchos, vaya pregunta más tonta.

Sigo viviendo…

Llego a mi portal, STOP. Me desato las cintas de las zapatillas. Baja una vecina a echar las basuras,

-          Gabon! (Buenas noches).
-          Que... ¿ya hemos hecho lo de hoy? – me dice amablemente.
-          Si, ya esta por hoy, mañana más…



martes, 14 de febrero de 2012

LA SOLEDAD

Leyendo al ya fallecido Walter Bonatti (uno de los mejores alpinistas de todos los tiempos, miembro de la dramática y controvertida expedición italiana al K2 de 1954 ) en su ultimo libro Montañas de una vida ha surgido el tema de este post. El preámbulo del libro hace mención a temas como el miedo, el riesgo, el coraje, la montaña… y  la soledad. Este último tema es el que me interesa.

 El 99% de mis entrenamientos los realizo solo. Las razones son varias, las características de la pruebas que realizo (con mochila, por terrenos poco recomendables, en horas de calor sofocante, etc), mi horario como profesor, mi hijo, el trabajo de mi mujer… pero también porque me gusta. Con los años me he acostumbrado a la soledad y he aprendido a valorarla. Uno mismo, solo con la naturaleza, en libertad. Libertad para en un momento cambiar el ritmo porque te encuentras bien y sentir que vuelas (otra cosa es que vuele, ja, ja, ja) por encima de las rocas, barro y hierba o cuando sientes que las piernas no van, que pesan y te ves obligado a andar para luego decirte a ti mismo o gritar ¡joder, Julen, que mal vas! Nadie condiciona tu carrera ni tú condicionas la de nadie. Creo que la soledad enseña mucho, te lleva a mirar a tu interior, a hablar contigo mismo, a enfrentarte a tus miedos y a pensar en tus sueños. El único ruido que te acompaña es tu jadeo y tus pisadas. Los sentidos se agudizan, olores, pájaros, paisajes. Animo a todo el mundo que lo pruebe y también animo a la gente de vez en cuando a salir al monte a entrenar sin cronometro, ni GPS, ni pulsometro, ni MP3… nada.

Pero ¡ojo! Tampoco quiero que nadie me malinterprete. Una cosa es que me guste correr solo y otra muy distinta que evite correr con la gente o que me escape cuando me encuentro con alguien. Lo quiero aclarar porque en alguna ocasión me ha ocasionado algún malentendido. También me gusta de vez en cuando encontrarme con la gente y hablar de todo, ponerte al día, que ha fulanito le ha ocurrido tal cosa, que ha menganito no se qué. Estas salidas también son importantes, sales de la rutina, se hacen muchas risas, bromas… Ser un corredor solitario no implica ser un corredor antisocial. Quiero terminar el post del mismo modo con el que lo he empezado, mencionando a Bonatti pero añadiendo sus palabras acerca de la soledad.



“Afrontar en soledad la naturaleza más adusta me ha acostumbrado ante todo a tomar solo mis propias decisiones, me ha enseñado a medirlas con mi metro y a pagarlas con mi piel. Por lo tanto, la soledad ha sido para mi una escuela formativa, una condición preciada, una verdadera necesidad a veces; nunca, en cambio, angustia. Precisamente a todos los preliminares, he podido efectuar en todas las ocasiones un fascinante viaje hacia mi propio interior para escrutarme, comprenderme y, al mismo tiempo, entender mejor a los demás y al mundo que nos rodea. A veces, el silencio que acompañaba mi aventura solitaria me aturdía con todos sus misterios, pero decir silencio significaba también escucharme, hablarme, reflexionar.”  Walter Bonatti (Montañas de una vida)