Quiero hablar del dolor.
Sé lo que quiero decir pero no sé por dónde empezar. Vamos a ver…
El mundo moderno nos invita a la comodidad. Esta modernidad nos hace creer que esta comodidad, el relax gratuito y la ausencia de esfuerzo para ciertas acciones son sinónimos de felicidad. Para ello, hemos desarrollado artilugios electrónicos que nos facilitan la vida. Nunca el ser humano ha conseguido tanto únicamente pulsando un botón. Consecuencia de todo esto: cuerpos perezosos, sedentarismo.
Afortunadamente, hemos despertado y nos hemos dado cuenta de la importancia del movimiento o la actividad física para nuestra salud. Ahora todos somos conocedores de los beneficios de andar o correr todos los días.
Algunos nos encontramos, no obstante, en otra fase. No una fase superior ni inferior. Una fase más cercana a la locura. No nos vale con movernos todos los días, ello por sí solo no nos produce placer, buscamos algo más. Necesitamos que el correr nos produzca dolor. Dolor físico. Buscamos ese punto en el que el cuerpo nos envía mensajes de alerta, informándonos de la situación de nuestro organismo, de nuestra musculatura, del estado de nuestros depósitos de glucógeno y nuestro cerebro lo analiza y lo valora constantemente y hacemos caso omiso. Nuestro organismo se va reajustando en base a nuestros objetivos, pasándonos informes en cada momento. Pero llega un momento en el que la situación empeora y aparece el dolor.
El dolor es un mecanismo de defensa. El cuerpo nos quiere defender incluso de nosotros mismos. Nos viene a decir a algo como: ¡Para o haré que vaya a más! Nosotros continuamos y el cuerpo se reajusta. Pero cuando la situación llega a niveles de dolor importantes y todo apunta a que lo más sensato es parar o aminorar, entra en escena de manera importante un nuevo personaje: el alma. Este actor, que habita muy en nuestro interior, nos hará abandonar o continuar. Todo corredor debe conocerle.
En ciertas ocasiones, para combatir el dolor, la hipófisis y el hipotálamo segregan endorfinas, que son poderosos opioides. Las endorfinas son analgésicos naturales y tienen como función producir la analgesia (alivio del dolor) y sensación de bienestar. Los científicos aseguran que las endorfinas son las causantes de ese “subidón” que sufrimos después de culminar con éxito ese entrenamiento intenso, ese entreno que nos ha llevado al límite. Ese subidón es más por el reto conseguido que por el esfuerzo en sí. Por lo tanto… ¿tiene algún sentido correr buscando el dolor para luego segregar hormonas que lo calmen? Sabemos que aparecerá el dolor en algún momento, con mayor o menor intensidad y aun así nos calzamos las zapatillas. ¿Es una adicción? ¿Es sensato buscar la incomodidad? Si nos atenemos a la reflexión inicial, si la felicidad es entendida como comodidad o ausencia de dolor o esfuerzo… ¿acaso soy infeliz?
Por eso, mañana, cuando te ates los cordones de las zapatillas y te prestes a realizar ese duro entrenamiento, esas series despiadadas, esas cuestas infernales… es seguro que hará acto de presencia. Conócelo, convive con él y supéralo.
El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. Pero créeme cuando te digo que hay magia en él.
Bueno… ¿alguien a entendido algo?
Quiero terminar con una frase de Lyzzy Hawker, después de recorrer 200 millas (distancia que separa el campo base del Everest de Katmandú) en 74 horas y 36 minutos, tiempo suficiente para que aparezca el dolor. “Traté de centrarme en correr lo mejor que podía, literalmente, minuto a minuto. Da igual si estaba cansada o con dolor, no tenía que luchar contra ello, debía ser yo misma en todas las circunstancias. Y es increíble lo que puedes lograr pensando así”
Buen post, Julen, me gusta, buena reflexion... pero a mi con un poquito (de dolor) ya me vale. Saludos.
ResponderEliminarGracias Paco. Un fuerte abrazo.
EliminarDesde luego, que me haces reflexionar sobre cómo actuar cuando aparece el dolor en los entrenamientos y en las carreras. Yo soy de las que sufre mucho con los dolores que me aparecen en ciertas circunstancias y que siempre tiene la duda de seguir o no con lo que está haciendo. Creo que merece la pena sufrir un poco si luego la felicidad llega a tu alma. Yolanda U.
ResponderEliminarMe alegro si el post te ha hecho reflexionar. Con el tiempo el dolor se convierte en un fiel compañerp pero en un compañero, a fin de cuentas. Un abrazo.
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