Es inevitable soñar.
Los Juegos Olímpicos, el mayor espectáculo deportivo del mundo, es lo que tiene. En este comienzo de los juegos, uno está sentado en su sofá, viendo gimnasia, natación, etc. y le da por soñar. Soñar con los ojos abiertos, que son los sueños más reales, más posibles de hacerse realidad.
Soñar no conmigo mismo. Esos días ya pasaron. Los días en los que me imaginaba con una medalla de oro al cuello ya se fueron hace tiempo. Tengo tantas posibilidades de estar participando en una olimpiada como de pisar la luna. Mis sueños ahora van por otro lado.
Soñando…
Mis sueños no me tienen como protagonista a mí, sino a mi hijo (y muy pronto a mis hijos). Cuando veo a los deportistas olímpicos luchar por alcanzar sus sueños no puedo evitar imaginar a mi hijo en una situación similar. Qué orgullo, qué ilusión poder ser testigo de momentos así. Me imagino a mi mujer y a mí, en la grada, nerviosos, emocionados viendo competir a nuestro hijo al más alto nivel, realmente sin importarnos demasiado que gane o pierda. Los abrazos y los besos serán los mismos en ambos casos.
Soñando…
Y qué decir si subiera al pódium. El recibir la medalla que sea, con el ramo de flores, saludar con la mano al público, etc. ¡Nuestro niño lo ha conseguido (entre lagrimas)! Porque para nosotros siempre será nuestro niño. ¡Me estoy emocionando, solo de escribir!
Vuelvo a la realidad…
Pero de repente mi emoción disminuye y pienso en el camino que debe recorrer todo deportista para llegar a ese punto culminante. Sacrificio, renuncias, dudas, tropiezos, suerte,… Me imagino a mi hijo partiendo de casa muy jovencito para vivir en un centro de alto rendimiento en la ciudad que sea. Poder verle únicamente un fin semana al mes, ver su cama vacía noche tras noche, verle crecer sin ser testigo de sus dudas, miedos y alegrías. Perderse cosas importantes de un periodo tan importante de la vida como es la niñez o la juventud. Porque hay cosas que solo se pueden realizar en momentos concretos de la vida. Bueno… ahora en cambio ¡me estoy poniendo triste!
Realidad y sueño…
Pero qué egoísta soy. Sólo pienso en mí y en mis sentimientos. He pasado por alto lo más importante: ¿qué querrá mi hijo? y… ¿si resulta que no le gusta el deporte y me dice que quiere tocar el piano?... Pues yo tan contento. Cambiaríamos el estadio olímpico por un auditorio, pero los sentimientos serían los mismos. Lo único que quieren los padres es que los hijos sean felices, ya sea tocando el piano, pintando un cuadro o siendo deportistas. Por lo tanto, todo debe girar entorno a una cuestión, la pregunta más importante es la siguiente: hijo mio,… después de valorar la situación, ¿qué es lo que tú quieres? ¿Quieres intentar ser deportista de alto nivel…? ¡Pues intentémoslo! ¿Quieres ingresar en una academia de música o de arte o de lo que sea? ¡Pues intentémoslo!
Estas olimpiadas me he sentido un poco como tú. Tengo una hija y espero otro, qué querrán hacer cuáles serán sus aficiones. No se lo que tengo claro es que les ayudaré a encontrarlas porque todos debemos vivir con un objetivo una pasión que no sea únicamente el deber laboral.
ResponderEliminarTe sigo.
Saludos desde Andalucía
Hola Máximo. Debemos recordarles, entre otras cosas,que nunca dejen de soñar. Un saludo.
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