jueves, 23 de abril de 2015

"PARADOJA DE EASTERLIN". COSAS, FELICIDAD, EXPERIENCIAS...


Traducido del artículo: http://m.fastcompany.com/3043858/world-changing-ideas/the-science-of-why-you-should-spend-your-money-on-experiences-not-thing



No tienes una cantidad infinita de dinero. Gástalo en cosas que la investigación dice que te harán feliz.

La mayoría de la gente está inmersa en la búsqueda de la felicidad. Hay economistas que piensan que la felicidad es el mejor indicador de la salud de una sociedad. Sabemos que el dinero puede hacernos más felices, aunque después de que se cumplan nuestras necesidades básicas, no nos hará mucho más feliz. Pero una de las cuestiones más importantes se basa en cómo distribuir el dinero, que es (para la mayoría de nosotros) un recurso limitado.

Hay una suposición, muy lógica, que la mayoría de la gente hace cuando gasta su dinero: que como un objeto físico durará más tiempo, nos hará más felices durante un tiempo más largo que una única experiencia, como un concierto o unas vacaciones. De acuerdo con investigaciones recientes, resulta que esa suposición es completamente errónea.


  



"Uno de los enemigos de la felicidad es la adaptación", dice el Dr. Thomas Gilovich, profesor de psicología en la Universidad de Cornell que ha estado estudiando la cuestión del dinero y la felicidad durante más de dos décadas. "Compramos cosas para hacernos felices y tenemos éxito. Pero sólo por un tiempo. Las cosas nuevas son emocionantes para nosotros al principio, pero luego nos adaptamos a ellas."

Así que en lugar de comprar el último iPhone o un nuevo BMW, Gilovich sugiere que obtendremos más felicidad gastándonos el dinero en experiencias como ir a exposiciones de arte, hacer actividades al aire libre, aprender una nueva habilidad, o de viaje.

Los hallazgos de Gilovich son la síntesis de los estudios psicológicos realizados por él y otros dentro de la “Paradoja de Easterlin” (
La paradoja de Easterlin es un concepto empleado en la economía de la felicidad, que pone en cuestión la teoría tradicional económica que afirma que cuanto mayor sea el nivel de ingresos de un individuo, mayor será su nivel de felicidad), que encontró que el dinero compra la felicidad, pero sólo hasta cierto punto. Mediante un estudio, se comprobó que la adaptación afecta a la felicidad. En dicho estudio, se pidió a la gente que auto valorase su felicidad, evaluando su grado de satisfacción con las compras materiales que habían realizado respecto a las compras experimentales (viajes, conciertos, aventuras…). Inicialmente, el nivel de felicidad era el mismo en ambos casos. Pero con el tiempo, la satisfacción con las cosas que compraron bajó, mientras que la satisfacción respecto a las experiencias en las que habían gastado dinero subió.

Contrariamente a lo que pensamos, cuando poseemos un objeto físico durante un largo tiempo deja de proporcionarnos felicidad (o no al nivel del principio), comparado con una experiencia. Irónicamente, el hecho de que una cosa material esté siempre presente en nuestra vida o en nuestro día a día, juega en su contra, dado que es más fácil adaptarse a ella. Se desvanece en el fondo y se convierte en parte de la nueva normalidad. Pero mientras que la felicidad de las compras materiales disminuye con el tiempo, las experiencias se convierten en una parte arraigada de nuestra identidad.

"Nuestras experiencias son una parte más grande de nosotros mismos que nuestros bienes materiales", dice Gilovich. "Te pueden gustar realmente tus cosas materiales. Puedes incluso pensar que parte de tu identidad está conectada a esas cosas, pero no obstante se mantendrá separado de ti. Por el contrario, las experiencias vividas son en realidad parte de ti. Nosotros somos la suma total de nuestra experiencias y no de nuestras cosas


  
 


Un estudio realizado por Gilovich incluso mostró que si la gente ha vivido una experiencia que les ha impactado negativamente en su felicidad, una vez que tienen la oportunidad de hablar de ello, su evaluación sobre dicha experiencia aumenta. Gilovich atribuye esto al hecho de que algo que podría haber sido estresante o de miedo en el pasado puede convertirse en una divertida historia que contar en una fiesta o puede ser considerada una experiencia de valor incalculable.

Otra razón es que las experiencias compartidas nos conectan más a otras personas que el consumo compartido. Es mucho más probable que uno se sienta más conectado con alguien que compartió unas vacaciones en Bogotá que con alguien con el que se fue a comprar una TV.

"Consumimos experiencias directamente con otras personas", dice Gilovich. "Y después de que se hayan ido, dichas personas terminan formando parte de las historias que nos contamos unos a otros." También señala que somos menos propensos a comparar experiencias que cosas. Un ejemplo: Después del verano, nadie discute acerca de quién del trabajo ha pasado las mejores vacaciones… Es algo difícil de valorar. Es más fácil comparar cosas que experiencias. Mi anillo tiene más quilates o mi PC tiene más memoria RAM…

"No podemos evitar compararnos con los demás en torno a los bienes materiales que tenemos”, dice Gilovich. "Ciertamente nos molesta si estamos de vacaciones y vemos personas que se alojan en un hotel mejor o primera clase de vuelo. Pero no produce tanta envidia como cuando estamos superados en los bienes materiales."



 



 

4 comentarios:

  1. Interesante estudio, habrá que llevarlo a la práctica. jeje
    Gracias!

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  2. Si nos paramos a pensar un poco , si es más gratificante comprar o compartir experiencias que cosas . Por mucho que te haya costado conseguir una cosa , al final acaba perdiendo interés . En cambio , las experiencias , están ahí , en tus recuerdos y las personas con las que las como artista también . El problema es que vivimos en una sociedad muy materialista y de cuando en cuando hay que echar el freno y pararse a pensar un poquito . Me ha gustado mucho el estudio . Espero poder trasmitirlo a los enanos . Por lo menos que les quede algo en el disco duro

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