jueves, 5 de junio de 2014

SOY UN ENVIDIOSO

Después de visionar estos dos videos me he puesto a escribir… Hay de todo un poco en este texto algo paranoico, no tiene un hilo conductor (ni las imágenes tienen relación entre ellas, pero me gustan, me transmiten algo, me inspiran) pero no tengo reparos en presentároslo tal y como me ha salido.

Soy un envidioso

Siento envidia por personas que no os imagináis, personas desconocidas que llevan vidas simples. Envidio la forma de vida que llevan algunos. Busco confort para mis hijos, para mi familia, pero yo, poco a poco, voy huyendo de él, porque creo que donde termina la zona de confort empieza la vida. Primera contradicción. Por lo tanto, ¿quiero confort para mis hijos aunque soy consciente de que en ese confort no reside la vida o la felicidad?

Quiero proporcionarles confort y que luego ellos se den cuenta que por ahí no transcurre el camino. 




Envidio los ojos de Cory Richards y Randy Olson, fotógrafos de National Geographic (y realizadores de los dos videos que os presento al principio del blog, "A Tribute to Discomfort" y "One Little Hammer"). Ver lo que ellos han visto, cómo lo han visto, donde han estado… 

Envidio las piernas del viejito con el que cruzo a menudo cerca del Burgoa, que a sus noventa y tantos años aun sale a dar su vueltita por el monte, despacito, pasos realmente cortos… pero todos los días. Envidio a mi abuelo, por su serenidad y su manera de hablar, tranquila y siempre respetuosa con su compañero de charla. Envidio a mi mujer, por sus dotes sociales, por su capacidad de sonreír, de llevarse bien con todo el mundo y de ser una gran amiga de sus amigos. Yo no soy así, soy de semblante serio, la gente cree incluso que soy borde (con esa cara…). A veces tengo la sensación de que huyo de la gente. Paso tanto tiempo solo, entrenando, tantas horas… que a veces pienso que no necesito a nadie. Grave error. Me gusta la soledad pero no quiero ser un solitario.



No envidio a los grandes atletas de las carreras de montaña por su velocidad o resistencia superior a la mía. Envidio a algunos de ellos por su estilo de vida, por tener la posibilidad de estar tantas horas en contacto con la naturaleza y encima poder vivir de ello. No envidio lo que hacen o consiguen, sino cómo viven. 

Envidio a los que con poco son felices, a los que realmente descubren que en la cosas materiales o en el cúmulo de las mismas no está la felicidad, sino el confort (que a veces los confundimos) y lo ponen en práctica. Prescinden de todo lo superfluo y se quedan con lo básico, con lo realmente importante. Lo hacen por decisión, no por obligación. Yo lo voy entendiendo, quiero tirar hacia aquí pero muchas veces me falta coraje. 




Pero soy débil. Promulgo la simplicidad y caigo en la avaricia o vanidad, en el… ¡qué bonita, quiero una! a las primeras de cambio.

He recordado a Marco Olmo. Recuerdo cómo iba vestido cuando ganó sus 2 UTMB. Camiseta manga corta, pantalón de atletismo, calcetines de deporte de los años 80, una mochila “tunneada”, zapatillas de asfalto… pero paró el crono en 21 horas. Porque lo importante no es lo que llevamos por fuera sino lo que llevamos por dentro. Siento envidia de él.

Siento envidia de las personas que viven en la montaña, con su pequeño huerto que les abastece. Con lo estrictamente necesario. Elaboran su pan, cultivan sus verduras y hortalizas y conviven con unos pocos animales en armonía, recibiendo de ellos productos naturales, pero sin matarlos, sin agresión. Bajan a la civilización a por aquello que la tierra o los animales no les pueden otorgar, que suelen ser pocas cosas.

¿Quiero eso ahora para mis hijos? 

Pues no lo sé, no creo… o por lo menos aún no. Quiero que se den cuenta de ello, como su padre pero que sean más valientes que él y que tengan la determinación de poner en práctica sus convicciones.

Por eso creo que me gustan las carreras por etapas, por su dosis de aventura y “no-confort”.





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