lunes, 9 de noviembre de 2015

CARA A CARA CON MI LIMITE


Uno, con los años, va adquiriendo experiencia. Este año, el Kalahari iba a ser mi séptima carrera por etapas. Las semanas previas a la carrera me sentía curiosamente tranquilo... y yo no suelo estarlo.

Tenía controlado todos los aspectos de la carrera, nutrición, suplementación, hidratación, material… Sencillamente, solo debía abrir mi archivo de Excel donde tengo guardados todos mis datos, mi información acumulada durante tantos años y actualizarlo a la carrera de Sudáfrica. Quito una barrita este día, lo añado este otro día, quito un gel por aquí… Las etapas no me importaban, el número de kilómetros por etapa no me preocupaba. Sentía que tenía el tema controlado.

Y a decir verdad, la carrera fue un éxito para mí desde el punto de vista de gestión de mis recursos, es decir, no llevé nada de más y no eché nada en falta. Fui fiel a mi estilo de correr, a mi ritmo. La alimentación correcta, el material adecuado… Es más, este año me ha tocado a mí enseñar a otros lo aprendido estos últimos años. Corredores que participaban por primera vez en una carrera por etapas y en los que, en algunos momentos, veía preocupación, dudas e incluso miedo, por qué no decirlo, en sus ojos. Sé lo que es eso, yo también lo he vivido e intenté ayudarles todo lo que pude. Conmigo lo hicieron, ahora me tocaba a mí. Algunas palabras tranquilizadoras, algunos consejos…

Pero el Kalahari me tenía guardada una sorpresa. Me tenía reservada una lección, una prueba…

He entrenado francamente bien todo el año. Exceptuando una pequeña lesión que tuve allá por el mes de julio, todo ha ido muy bien. Me presenté en Sudáfrica en forma. El terreno no me daba miedo y las temperaturas iban a ser veraniegas, 30-35ºC durante el día y 4-5ºC durante la noche. Nada especial…

El planeta, la naturaleza, Dios, el azar o el destino… lo que queráis, quiso que la carrera fuera todo menos… normal.

El planeta, desde que existen datos climáticos, nunca ha registrado temperaturas tan altas durante un mes de octubre como las de este año 2015. Y el punto más caliente de la Tierra ha sido Sudáfrica (incluso la Antártida llegó a temperaturas de… ¡17ºC ! lo nunca visto). Y eso me ha tocado vivir allí.

Os dejo el enlace de la noticia: http://www.wunderground.com/blog/JeffMasters/comment.html?entrynum=3171#


 


La primera etapa, de 25 km., fue el primer aviso de los que nos íbamos a encontrar esa semana. Una etapa corta, donde la mochila aún pesa y que iba a ser de calentamiento, teniendo en cuanto lo que nos esperaba. Fue un etapa difícil, donde el cuerpo aún no estaba aclimatado a las altas temperaturas (yo dejaba Euskadi con unos agradables 18 grados…) y empezamos a sufrir ya los 44-47ºC. El sol no calentaba… abrasaba. Era como un peso adicional. Pero bueno, ya sabía que esa sensación de ahogo pasaría, que el cuerpo se adaptaría y ya está. Ya lo viví anteriormente tanto en el Marathon Des Sables como en la Jungle Marathon en el amazonas.

La segunda y tercera etapa me resultaron más fáciles. El calor era más soportable. Orinaba con relativa frecuencia y el color de la orina no era preocupante. Estaba deshidratado pero dentro de los márgenes aceptables.

Hasta que llegó la etapa larga… 





La etapa larga serían 81 km. Para entonces, el Kalahari ya se había cobrado sus primeras víctimas. Una chica hospitalizada el primer día. Intubada y con suero intravenoso durante 6 días. Un golpe de calor y una deshidratación aguda que pusieron su vida pendiente de un hilo. No es ninguna broma. Lo que vivió esa mujer me lo guardo para mí, no creo que el blog sea el sitio adecuado para hablar de algo así.

A esta mujer se sumaron 16 abandonos más, todos relacionados con las brutales temperaturas que estábamos viviendo.

Bueno, el cuarto día, cuarta etapa…

Visto cómo transcurría la carrera y el estado de los corredores, la organización decidió dar la salida de manera escalonada, es decir, los corredores más lentos saldrían a las 6:30 a:m (con unos agradables 20-25ºC) y así cada media hora se daría la salida a pequeños grupos de corredores (3-5 corredores cada media hora). Yo en ese momento estaba el 5º clasificado, por lo que me tocó salir a las 12:00 del mediodía, junto a otro chico. Hylton salió a las 12:30 y Mahmut y Nathan salieron a las 13:00.

A las 12:00 del mediodía había 48-49 grados en la línea de salida. Todos estos datos los conocimos después. 81 kilómetros por delante y los empezaríamos con esa temperatura. Estaba claro que iba a ser un día en el que no podía cometer ninguna estupidez como desatender la hidratación y el aporte de sales minerales. Tranquilito y que pasen las horas de más calor…

 



El primer “check-point” (CP) iba a estar en el kilómetro 8.5. Para llegar a él debíamos ascender por el cauce de un rio de arena, rodeados de rocas que hacían la función de gigantescas estufas.

Al de 15 minutos de empezar la etapa, nos metimos en el cauce, en la arena y ya pude comprobar que corriendo gastaría mucha energía y que el caminar sería lo más razonable, viendo lo que nos quedaba por delante. Sentía calor, mucho calor… Bebía, gestionaba mi agua de cara a esos 8.5 km. que tenía hasta poder volver a abastecerme de líquido. Pero el check-point no llegaba. Una hora, una hora y media… y no llegaba. Yo para entonces ya tenía un bidón de 750 ml. vacío y el otro casi vacío con agua caliente. Me estaba deshidratando rápidamente.

Empezaba a sentir que las piernas no iban, el caminar era duro, el sol me golpeaba implacablemente. No tenía agua y empezaba a albergar mis primeras dudas acerca de la etapa. Llevaba casi dos horas de carrera y aún no había llegado al primer CP. Algo no iba bien. Tenía muchas esperanzas depositadas en esta etapa larga pero algo no iba bien…

Al final resultó que el CP 1 no estaba a 8.5 km., sino a 11.4 km. La organización había cometido ese “pequeño” error. 3 kilómetros que en otras circunstancias puede resultar insignificante pero que en las nuestras era toda una vida…

Y en ese último kilómetro antes de llegar al CP1 es cuando aparecieron mis fantasmas.

No era agotamiento muscular lo que sentía. Tampoco la gestión de mi esfuerzo, ese día, había sido errónea. No corrí por encima de mis posibilidades, ni descuidé la alimentación ni la hidratación. No… era otra cosa. Me costaba caminar. Y empezaba a preocuparme.

Los corredores, estamos acostumbrados a sufrir. Sabemos que viviremos diferentes sentimientos durante la carrera; alegría, euforia, soledad, dolor… Sabemos que el dolor y la fatiga aparecerán en algún momento. Lo gestionamos y seguimos. Yo (y muchos…) conozco el sufrimiento leve, el moderado y también intenso... pero ese día, la etapa larga del Kalahari, era otra sensación. No era una fatiga deportiva, era más bien una señal de alerta vital. 






Por primera vez, no veía las cosas claras en cuanto a mi continuidad en la carrera. Me sentía débil y deshidratado y la empresa que tenía por delante tampoco era moco de pavo. 71 kilómetros.

Pensé en quién era, qué vida tenia, a donde pertenecía, en los que me esperan… en muchas cosas y decidí que quizás lo más sensato era dejarlo. El Kalahari había podido conmigo, había encontrado mi límite. Puede parecer una decisión fácil de tomar pero no lo es. No lo es porque previamente tienes la esperanza de que el mal momento pasará, que situaciones similares ya las has vivido y que no es para tanto… Pero yo, en ese momento, en esas circunstancias concretas decidí que algo más que la clasificación era lo que estaba en juego si continuaba.

Luego, a la tarde, una vez cancelada la etapa por órdenes directas del equipo médico, me dijeron que, teniendo en cuenta los datos de humedad, durante el tramo del río sufrimos una sensación térmica cercana a los 60 grados. Ya decía yo que me costaba correr y luego andar… jajaja... (ahora me río pero…)

Luego, la carrera continuó. La organización decidió hacer una etapa nocturna de 47 km. y una etapa final de 11 km. (en lugar de 25 como se esperaba porque las temperaturas seguirían siendo infernales toda la semana). Ambas decisiones acertadas por parte de la organización. Podría contaros anecdotas de estas dos etapas pero, eso, es otra historia.

Posteriormente, ya en el campamento, algunos miembros de la organización se disculparon con nosotros por habernos dado la salida en esas condiciones.

El Kalahari me puso a prueba. Ese 27 de octubre me encontré cara a cara con mi límite. Tuve que tomar una decisión. Me enseñó que no debes dar nada por hecho, que la naturaleza puede resultar mortal si no estás alerta. Yo estaba sufriendo y llegaba a un punto límite en el que debía decidir. Saber descifrar ese punto, desconocido para mí hasta ese día. Doy gracias por haberlo reconocido, por haber estado frente a él y haber sabido dar un paso atrás.

¿Me arrepiento de haber tomado la decisión de abandonar? NO. Lo volvería a hacer, dadas las circunstancias.

Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, mira al lado y veo a mi hijo de 3 años colorear un folio y sé que la decisión fue acertada.

La gente me felicita por mi cuarto puesto. Yo les agradezco sinceramente sus palabras. Pero yo me traigo una lección muy importante de Sudáfrica, una lección que trasciende la clasificación. Una lección que quizás me tocaba aprender. Una lección que me hacía recordar que no soy invencible, que el mejor rival que jamás encontraré es la propia naturaleza, que ante ella soy insignificante.

Ahora me toca descansar. Pero mi cabeza sigue funcionando. Aparecen nuevos sueños que intento mitigar. Ahora mismo lo consigo pero sé, que dentro de poco, no podré con ellos y saldrán a la luz.

UN ABRAZO Y GRACIAS A TODAS LAS PERSONAS QUE ME QUIEREN, ME APOYAN, ME SIGUEN.




7 comentarios:

  1. Julen.
    Siempre me has parecido una persona cabal, integra y... lo que denominamos un "CAMPEON " en mayúsculas.
    Ahora simplemente, me lo has demostrado.
    Un abrazo amigo

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    1. Gracias Javi. Esas palabras, viniendo de alguien como tú, para mi son un halago. Un abrazo.

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  2. Una lección de sensatez!!!
    Gracias Julen

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