martes, 29 de diciembre de 2015

CORRIENDO AGOTADOS (I parte). EL CASO DE MIKE WOLFE.


(Texto original, "Running on Empty" de Meaghen Brown. Outside Magazine. Traducción de Federico Fader · 10 Diciembre, 2015)

Durante la última década, el ultrarunning ha pasado desde un desafío de los límites por los “fanáticos de la distancia” a un deporte hiper-competitivo que atrae a los patrocinadores más influyentes. Pero una misteriosa condición de entrenamiento está afectando a sus participantes, diezmando el talento de una generación de atletas top y forzando a las víctimas a cuestionarse, de repente: ¿Es posible amar tanto este deporte?

En mayo de 2012, mil ultrarunners, de los mejores del mundo estaban alineándose para correr en la Transvulcania, un recorrido de 83,3 kilómetros que atravesaba los afloramientos volcánicos de La Palma, en las Islas Canarias. La atmósfera estaba tensa, una mezcla de energía reprimida y anticipación, y los corredores se arremolinaban, mientras verificaban sus relojes y se saludaban.

Al frente de la multitud, Mike Wolfe de 34 años estaba intentando concentrarse en el día que tenía por delante. Un delgado, introspectivo hombre de Montana, Wolfe había dejado recientemente su trabajo como abogado auxiliar en Helena (U.S) para dedicarse a correr para el equipo internacional de la marca North Face. Transvulcania era su debut como profesional a jornada completa, y aunque había batido un récord en pista en Bighorn 100 de Wyoming en 2010 y había ganado el North Face Endurance Challenge Champioship en Marin Headlands en California, sentía que tenía algo que demostrar. Un buen resultado le ayudaría a consolidar el giro que había dado a su vida. 





Sin embargo, últimamente, sus semanas de entrenamiento de 160 millas le habían parecido más duras que las anteriores. No dormía bien y tenía hambre constantemente. Justo antes de volar a Canarias, Wolfe realizó un entrenamiento casual de carrera con unos amigos y apenas podía mantener el paso. Cinco horas después, consumió un sándwich de crema de cacahuete y jalea en la mesa de la cocina y escribió una entrada o nota en su meticuloso registro de entrenamiento: "4:50... lleno de vert,??. Me he movido bien, cansado con ritmo duro”.

Cuando se oyó la señal de salida, Wolfe luchó para quedarse enfrente del torrente de corredores de Transvulcania que se habían amontonado en la angosta pista. Recorrió la primera subida de 6000 pies con un americano prometedor, Dakota Jones, y con el rey del deporte, el español Kilian Jornet. Se mantuvo al ritmo de los líderes cuando atravesaron el filo de la isla, pero a mitad del recorrido de la carrera Wolfe empezó a disminuir su velocidad. No tenía calambres ni estaba descompuesto (él había experimentado esas cosas a menudo, de modo que sabía cuándo había salido demasiado rápido o no había comido lo suficiente). Esto era diferente.

"No me esforcé demasiado duro", me dijo Wolfe, ahora con 37 años, el pasado mes de septiembre, mientras reflexionaba sobre el momento cuando su carrera empezaba a desmoronarse debajo de sus pies. Estábamos sentados en el césped cerca del final del ultramaratón Rut en Big Sky, Montana, una carrera que Wolfe co-dirigía, observando a su hijo de 11 meses, Colt, mientras jugaba y de paso observaba a los últimos corredores atravesaban la línea. "No era que mi estómago estaba enfermo o que no podía comer. Era como que mi cuerpo simplemente se estaba apagando. Como, si dijera “No, usted no puede correr tan duro. No voy a permitirlo." Ocho horas después, Wolfe terminó en décimo tercer lugar, desconcertado y aplastado por su rendimiento. Transcurriría un año antes de que pudiera encontrar un nombre para el malestar que padeció: síndrome de sobre entrenamiento. 




La mortífera marcha de Wolfe hacia la línea de llegada en Transvulcania fue el comienzo de una larga y dolorosa batalla con la condición, un desorden malamente entendido que afecta a atletas de resistencia que entrenan en los límites del rendimiento humano. Los casos de síndrome de sobre-entrenamiento o SSE, han aumentado notablemente durante la última década en los deportes de resistencia.

Una generación de ultrarunners top está desmoronándose de repente a gran velocidad y en gran cantidad. En los últimos siete años se ha visto el surgimiento y la caída de por lo menos un docena de competidores de élite, entre los que se incluyen Anna Frost, quien ganó en la división femenina del North Face Endurance Championship en 2011; Anton Krupicka, el dos veces ganador del Leadville 100; Geoff Roes que batió un nuevo récord en Western States 100 y Kyle Skaggs que demolió el record Hardrock 100 en 2008. Todos alcanzaron la cima del deporte y luego misteriosamente han luchado para repetir sus mejores resultados. Transvulcania fue el comienzo de la propia caída precipitada de Wolfe.

"SSE es una de las cosas más atemorizantes que he observado en mis 30 o más años de trabajar con atletas", dice David Nieman, ex vicepresidente del Colegio Americano de Medicina del Deporte. “Observar como alguien pasa de tal grado de capacidad a ser una sombra de lo que fue, es increíblemente doloroso y frustrante."

Nieman ha estudiado durante su carrera los efectos del entrenamiento en el sistema inmunológico. En 1992, recibió la primera de una docena de cartas lastimosamente similares de atletas de resistencia, en la que cada una describía una pérdida súbita de capacidad a medida que sufrían desde anemia, pasando por deshidratación crónica hasta una incapacidad básica para salir de la cama. Nieman estaba preocupado y fascinado por estos relatos. Todos los síntomas parecían apuntar al síndrome de sobre entrenamiento y desde entonces se ha dedicado a buscar las causas de la condición.

La primera referencia científica sobre el SSE fue realizada por un investigador y atleta llamado Robert Tait McKenzie quien en su libro de 1909 Exercise in Education and Medicine, registró un agotamiento agudo y “envenenamiento lento del sistema nervioso que puede durar semanas o incluso meses."

Décadas después, el renombrado profesor de ciencias del ejercicio sudafricano; Timothy Noakes escribió detalladamente sobre la condición en “The Lore of Running”. Los corredores que Noakes examinó se habían forzado hasta un punto en que sus cuerpos (y, más perplejamente sus mentes) simplemente habían dejado de responder. Como resultado, padecían desde "fatiga generalizada” y “dolores de cabeza recurrentes" hasta "una incapacidad de relajarse, apatía" e "inflamación de ganglios linfáticos."


 
                                                         Alberto Salazar

Quizás el caso más conocido de SSE es el de leyenda americana Alberto Salazar, ahora entrenador principal del Nike Oregón Project. Entre 1980 y 1984, Salazar fijó tres records de pista americanos y ganó tres maratones de la ciudad de Nueva York seguidos. Pero también era un adicto al ejercicio, obsesionado con la próxima carrera o entrenamiento y nunca satisfecho con sus victorias. En 1984, su carga de entrenamiento excesiva lo agotó y finalizó número 15 en el maratón olímpico de Los Ángeles. Durante los siguientes diez años sufrió infecciones respiratorias y depresión e intentó descubrir que había pasado pero no encontró ninguna respuesta. Cuando se retiró en 1998, apenas podía completar carreras superiores a 30 minutos.

Salazar se forzó demasiado duro, pero su metodología tenía bases científicas. Los humanos han evolucionado para adaptarse a niveles crecientes de estrés lo que hace que aumento gradual en las cargas sea una de las maneras más eficaces para lograr los mejores resultados. Esta es la razón por la cual los corredores de maratón atraviesan semanas de entrenamiento que se intensifican gradualmente seguidas por intervalos de descanso. Esta metodología, conocida como periodización frecuentemente produce sobreentrenamiento (el habitual dolor muscular y la fatiga que experimentan muchos atletas que soportan una larga temporada o se entrenan duro para una gran competición). Según algunas estimaciones, alrededor de 60 por ciento de los corredores de élite experimentará algún grado de sobre entrenamiento en el transcurso de sus carreras deportivas, pero podrían recuperarse rápidamente con un descanso estratégico.


 El síndrome de sobre entrenamiento es lo que ocurre cuando el cuerpo nunca realiza ese descanso. A través de la combinación entre ejercicio excesivo y recuperación inadecuada, los atletas experimentan un shock severo en el sistema nervioso parasimpático que controla las respuestas inflamatorias del cuerpo. En condiciones normales, cuando el cuerpo se estresa, su sistema nervioso simpático se activa para ayudarle a responder. El corazón se acelera. Las pupilas se dilatan. La sangre se desplaza desde el sistema digestivo hacia los órganos necesarios para la supervivencia inmediata. El sistema parasimpático actúa de manera contraria, permitiendo que el cuerpo regrese a un estado de equilibrio. Después de una excursión dura, la frecuencia cardíaca disminuye y la sangre regresa a las extremidades, restaurando las funciones normales del cuerpo. En los atletas con SSE, esas respuestas de equilibrio no se producen. El sistema parasimpático se descontrola.

"Usted sube, sube y sube, y su cuerpo se adapta a cargas cada vez más altas. Pero existe un punto en el que se alcanza un punto máximo a partir del cual, la adaptación positiva al estrés y a la tensión se detiene; y usted comienza a responder negativamente.” dice Jeff Kreher, médico del Hospital General de Massachusetts.

Algunos atletas describen dolores misteriosos, pérdida de apetito y disminución en la libido. Otros experimentan extrañas arritmias cardíacas o un debilitamiento en sus piernas. (Un corredor me contó que durante días no podía mantener su frecuencia cardíaca por debajo de 130 latidos por minuto). Los investigadores sostienen que el SSE puede asemejarse a diferentes enfermedades, entre las que se incluye la leucemia. Pero el síntoma más común descripto por atletas simplemente es una inefable y confusa falta de capacidad.

"No es fatiga", aclara Kreher. "Si usted empuja los límites de su cuerpo, va a sentirse fatigado." En cambio, lo que Nieman observó en las cartas que recibió: fue una desaparición súbita, casi de la noche a la mañana de las habilidades de resistencia de los corredores de élite. Para los atletas que experimentan SSE, esto puede ser aterrador. Y lo que es peor, los doctores no pueden decirles si alguna vez podrán recuperarse.

"Creemos que mientras más duro entrenemos, más rápido correremos, e ignoramos la evidencia que demuestra que esto es descaradamente falso. Por lo tanto entrenamos más duramente y corremos peor. Y luego, en el último acto de estupidez, interpretamos nuestro pobre desempeño en las carreras como una señal de que no hemos entrenado lo suficiente."

Noakes podría estar describiendo a Mike Wolfe. Cuando regresó a casa desde Transvulcania, la respuesta de Wolfe frente a su pobre rendimiento fue reduplicar sus esfuerzos. Me dijo, "No supe si fue simplemente un mal día o una mala carrera. "Lo único que yo pensé es que tenía que entrenar más duramente. Tal vez no le dediqué el tiempo suficiente”. 


 

De regreso en Montana comenzó a correr 25, e incluso a veces 30 horas por semana, ayunando para eliminar cualquier peso extra a su ya delgado cuerpo y acercándose a los límites de sus registros de entrenamiento

7/2/2012: Agravado… mente y cuerpo. ¿Debo estar totalmente descansando en este momento? ¿Deberé alimentarme menos/más inteligentemente? ¿Estoy totalmente quemado, físicamente? ¿Mentalmente?

8/2/2012: Corrí por la mañana durante 1 hora. Tomé una taza de java. ¡Me siento lento, débil… Tan cansado de esta mierda!

¡10/4/2012: Estoy tratando realmente de concientizarme acerca de perder algo de peso evitando los snacks inservibles…Debo ser más diligente, actuar, salir de esto y restaurar el cuerpo y la mente!


 

Ese verano, Wolfe había llegado con muchas esperanzas a la línea de salida de Western States 100, que se realizó en Squaw Valley, California, pero sintió nuevamente las piernas duras. "A las sesenta millas… "(Wolfe hace el sonido de una explosión). "Básicamente caminé las últimas 20 millas. Fue nefasto. Y así fue mi temporada entera, una después de otra".

 


Wolfe había comenzado en el ultrarunning en 2005, el en “boom” de la disciplina. Quince años atrás, las carreras como Western States y Leadville 100 eran asuntos para aficionados. Los mejores competidores hacían malabares entrenando y corriendo junto a trabajos de jornada completa. A mediados de 2000, North Face y Salomon, reconocieron el interés creciente de los americanos por los desafíos que iban más allá del maratón, y comenzaron a apoyar a los equipos de ultra resistencia, lo que permitió que algunos atletas pudieran correr profesionalmente por primera vez. Cuando el trail se tornó cada vez más competitivo, los records comenzaron a caer. Entre 2004 y 2012, la marca de los varones más rápidos en Western States disminuyó casi una hora, de 15:36 a 14:46. El año pasado, Kilian Jornet mejoró el record Hardrock 100 en más de 40 minutos.
Mike Wolfe. Fotografía: David Clifford

"Lejos están aquellos días en que Tony Krupicka podía acampar en un baño público la noche anterior a Leadville, ganar al día siguiente, y llegar alto en otras cinco competencias de ultra resistencia ese mismo año", dice Christopher McDougall, autor del bestseller Born to Run. En esta, la nueva era hipercompetitiva, los corredores están asumiendo cargas de entrenamiento inauditas para mantener el paso, lo que explica por qué una condición rara como el SSE, ha comenzado a ser tan frecuente en los exponentes más destacados del deporte.

Esto no quiere decir que los atletas de otros deportes no estén entrenando duramente. Lo están. Pero generalmente lo hacen dentro de un ambiente de equipo, o bajo la dirección de un entrenador profesional, lo que les proporciona un marco bien establecido para el éxito. Aunque el ultrarunning ha crecido, la infraestructura para apoyar a sus competidores es todavía pequeña. Los patrocinios demandan carreras jornada completa, pero raramente incluyen el asesoramiento profesional. La mayoría de los corredores top controlan su propio entrenamiento, registran millas junto con otras estrellas del ultrarunning que a menudo comparten la misma mezcla peligrosa de características: una elevada tolerancia al sufrimiento, rechazo de moderación, y la creencia que los mejores son los que entrenan más. Dentro de esta burbuja, muchos corredores son renuentes a quejarse o discutir sus propias luchas, lo que hace que el SSE haya sido, hasta hace muy poco, una plaga silenciosa. Y no hay ninguna respuesta organizada para evitar que se siga extendiendo. El ultrarunning no tiene un cuerpo gobernante que establezca cuanto puede correr un atleta en una temporada. Los patrocinadores, entretanto, simplemente sólo están comenzando a aprender cuan peligroso puede ser el SSE. 


 Continuará...





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